La transformación individual, eje del nuevo orden mundial
IVAN VERA HERNÁNDEZ
Al hablar de un nuevo orden mundial, se debe de tomar en cuenta muchos aspectos que enlazan la vida humana con su medio ambiente y su medio social principalmente. Aspectos que por lo general refieren a su vida exterior, como la política, la economía, la sociedad, la ecología, ect. Todos estos aspectos que los podemos llamar externos al individuo modifican ó norman su conducta, su forma de interactuar con su ambiente en general y muchas veces en lo individual. Sin embargo, un aspecto fundamental, si pretendemos un nuevo orden en el mundo, es el aspecto individual, que incluye todo lo que refiera al interior del ser humano, como sus valores, experiencias, emociones y pensamientos, etc.
La mayoría de nosotros desea ver una radical trasformación en la estructura social; una sociedad más equitativa y justa, una sociedad que su fin ulterior sea el bienestar del hombre. Y acaso ¿no es realmente lo que cualquier individuo desearía?, ya que el bienestar se fundamenta en aspectos que darían al individuo felicidad, desarrollo, evolución, progreso, etc., pero buscar el bienestar común debería ser la única batalla que se debería desarrollar en todo el mundo y no las que actualmente sostenemos a nivel mundial.
Más producir una nueva revolución social, utilizando sistemas ideológicos o políticos como se ha acostumbrado, es condenarnos nuevamente al estado en que nos encontramos, ya que ninguna de las corrientes políticas, económicas e ideológicas han dado resultados satisfactorios hasta nuestros días. Ningún sistema ha perdurado, ni ha sido eficaz en alcanzar el bienestar humano, además mientras que el eje del mundo sea el sistema económico, lejos estamos de hablar de un verdadero cambio global, donde aspectos como la democracia sea una realidad.
Ahora bien, si hay una revolución social, es decir, una acción con respecto a la estructura externa del hombre, la naturaleza misma de esa revolución social, por más radical que ella sea es estática si no se gesta en el interior del individuo, y esto es lo que se han olvidado los grandes estadistas que desean gobernar con sus ideologías o sistemas políticos económicos. El hombre, como la sociedad cambia de instante en instante y por ello resulta difícil, sino imposible, el que un sistema político, económico y social se establezca sin afectar a los individuos. Por ello la base fundamental de una trasformación real en nuestra sociedad tiene que efectuarse por otro medio totalmente distinto a los que se han querido implementar.
Este cambio interno radica en una transformación psicológica en el individuo, una trasformación interna que lo conduzca a nuevas formas de integración social; fundamentadas en valores éticos de carácter universal, no sectarios o propios de una cultura; valores que nos identifican como lo que realmente somos, unos seres humanos. Solo si se da el cambio en el individuo, realmente este cambio será perdurable y adaptable de instante en instante, beneficiándolo en todos los aspectos de su vida.
Al hablar de valores éticos universales, nos referimos a aquello que radican en el interior de cualquier ser humano, como la confianza, la buena voluntad, el respecto, la ayuda mutua traducida en filantropía y como corona de un valor universal perenne en la historia del hombre el amor, solo por mencionar algunas virtudes que no pertenecen a ningún grupo o corriente ideológica ya que son parte de lo que nos ha llevada a ser seres humanos. Por tal motivo ninguna religión o creencia institucional debe llevar a cabo esta tarea, ya que aunque todas estas instituciones han tratado de infundir estos valores en el ser humano, sabemos que cada una de estas doctrinas tiene un tipo diferente de perspectiva acerca de estos valores y por tal motivo no sería adecuado el que estas instituciones se abocaran a tan noble tarea, ya que si lo permitimos, entonces tendríamos un sistema doctrinario que esclavizaría al hombre en su mayor tesoro, que es su conciencia.
Antes de ocuparnos en quién o cómo se deben de infundir estos valores en el ser humano, primero debemos formarnos una conciencia del problema que estamos viviendo sea cual sea. Es un hecho que esta sociedad se va autodestruyendo. El modelo materialista occidental, que toma como base una sociedad consumista, donde el valor del sujeto está enteramente basado en los bienes materiales que posee o en el poder que ejerce sobre estos, nos está consumiendo propiamente, y realmente es de preguntarnos si el sistema en que vivimos nos beneficia. Por ello es que estos grandes macrosistemas sociales que ofrece un gobierno o sistema político a sus ciudadanos cobran una real importancia para el individuo social, porque lo primero que nos debemos de plantear ante estos sistemas ideológicos, es saber si el individuo es un mero instrumento de la sociedad, o es el fin de la sociedad misma.
Ustedes y yo como individuos, debemos de preguntarnos y, sobre todo, observar si somos utilizados, dirigidos, educados, controlados o plasmados conforme el modelo social establecido por la ideología gobernante y ver si esta ideología responde a las necesidades del individuo.
Si el individuo es un instrumento de la sociedad, entonces la sociedad es mucho más importante que el individuo, lo cual, sí esto es cierto, debemos de renunciar a la individualidad como seres humanos y trabajar para la sociedad; entonces todo nuestro sistema educativo debe ser enteramente revolucionado, y el individuo convertido en instrumento que ha de usarse y eliminarse cuando ya no sea útil. ¡Reflexionemos un poco! y acaso esto no es nuestra realidad, pero si la sociedad existe para el individuo, entonces la función de la sociedad no consiste en hacer que el individuo se ajuste a modelo alguno, sino en darle el sentido y el apremio de libertad.
Por mucho y muy sabiamente que se legisle a una sociedad, siempre la sociedad está en proceso de desintegración o de cambio, es por eso que las estructuras ideológicas de la política y gobierno al ser estáticas crean conflicto entre nosotros los individuos. Esta desintegración social la vemos y vivimos a diario, y es preciso que haya nuevos arquitectos, nuevos constructores para crear una nueva sociedad, pero estos constructores no deben ser unos pocos hombres como siempre ha sido, sino que debemos ser todos.
La estructura debe levantarse sobre nuevos cimientos, sobre hechos y valores nuevamente redescubiertos. Vemos que la sociedad se derrumba y se desmorona, pero hay apatía entre nosotros porque esperamos lo de siempre, que venga un salvador, un Mesías, un estadista, alguien que reestructure el sistema, que nos salve de las condiciones en que nos encontramos y sigamos esperando que ese aparente cambio nos resuelva todos nuestros conflictos, lo esperamos con verdadera fe; pero somos nosotros, ustedes y yo quienes debemos ser los arquitectos. Ustedes y yo debemos de redescubrir los valores, edificar sobre cimientos más fundamentales, más duraderos, porque si esperamos de los constructores políticos y religiosos nos resuelvan los problemas, entonces nos hallaremos precisamente en el misma situación en que estamos.
Ustedes y yo debemos darnos cuenta de las causas del derrumbe de la sociedad y crear nuevas estructuras que no se basen en la mera imitación de sistemas o formas de pensamiento externo, sino en nuestra comprensión de las cosas que faculta a nuestra inventiva creadora de resolver cualquier obstáculo. Cuando comprendamos que los problemas que tenemos actualmente son fruto de nuestro interior, entonces los podremos abordar de otra forma, ya que nuestra percepción cambia. Bajo este nuevo enfoque ahora el mundo es lo que ustedes y yo somos. Nuestros problemas son los problemas del mundo y los problemas del mundo son nuestros problemas. Y este pensamiento es un hecho básico y sencillo, para que se geste una real revolución en la sociedad actual.
Pero nuestras relaciones con uno o muchos seres parece que no las tomamos en cuenta, pretendemos producir alteraciones mediante sistemas ideológicos o revolucionarios en las ideas o valores, basada en tal o cual sistema, olvidando que somos nosotros quienes creamos la sociedad y producimos el orden o la confusión con nuestra manera de vivir. Debemos entonces empezar por lo que está más próximo al hombre; tenemos que ocuparnos por nuestra existencia diaria, preocuparnos, y sobre todo, ocuparnos de nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos y emociones que se gestan a cada instante ya que estos determinaran nuestros actos de todos los días y estos actos tienen que ver con nuestro entorno, sobre todo con nuestra vida de relaciones humanas, por ello la importancia del cultivo de una vida de relación fructífera, carente de egoísmos vanos y superfluos, llena de generosidad, de respeto y de amor para que estas relaciones sean en verdad humanas.
Solo un nuevo individuo que es consciente de sí y de su entorno, reflejara una vida más armónica que influenciara a todo nuestro sistema social trayendo un nuevo cambio en la forma en que interactuamos; por lo tanto, nuestro sistema cambiaria de forma natural y no se detendría al cambio, sino seguiría con él perfeccionándose y sobre todo trayendo una libertad y bienestar que nunca se han visto en la historia de la humanidad