Luis
Nieto
El acto de descubrir implica encontrar algo nuevo, es
decir, algo que no se conocía. Es darse cuenta de algo. Esta acción, la de
descubrir, conlleva una gran responsabilidad, ¿cómo manejarlo, cómo aproximarse,
qué tanto se va a interferir favorable o desfavorablemente, será mejor no
intervenir, ser sólo un observador?
Un descubrimiento puede darnos herramientas para
solucionar ciertos problemas, también para evitar algunas acciones que puedan
afectarnos. Es viable descubrir algún evento u objeto que haya pasado por
inadvertido, pero ¿qué sucede cuando aquello encontrado no es algo, sino
alguien, esto es, un ser humano o un conjunto de ellos?
No podemos simplemente adueñarnos de ese “descubrimiento”,
no tenemos ningún derecho para interceder, robar, deformar lo que no nos
pertenece. No podemos considerar a los seres vivos como parte de nuestra
propiedad, aun si los hemos “descubierto”.
El acto de descubrir también implica quitar, muy
emparentado con el acto de despojar que significa precisamente quitar.
Descubrir es quitar algo para poder encontrar alguna
cosa (acción, evento, objeto). Despojar es quitar algo ajeno para quedárnoslo.
Descubrir algo revela, fascina, conmueve, pero cuando
se cree que “descubrir” a alguien significa tener poder sobre él, se convierte
en una acción cruel e injusta.
Descubrir alguna cosa no necesariamente quiere decir
que uno es el primero en lograrlo. Los seres humanos no descubren seres
humanos, no pueden apropiárselos como si fueran inferiores a ellos, ni tampoco
deben quedarse con sus recursos y sus posesiones. Los seres humanos encuentran
seres humanos, es una acción recíproca y coordinada, no subordinada.